Las Joyas de la Castafiore

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Miguel
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Re: Las Joyas de la Castafiore

Post by Miguel » 30 Jul 2010, 07:16

zafiret wrote:¿Os habéis fijado que de una viñeta a la otra aparece como por arte de magia un gran desconchado en la pared?
Tal vez esto quiera decir algo sobre el estado emocional de Hergé en esos años... ¿se estaba desconchando su mundo?... :eing:
¿Y ese montón de libros polvorientos y amontonados? ¿No os sugiere nada? Cansancio, desasosiego, dejadez, infelicidad...
Pensadlo, pensadlo... :eing:

Pero si sabemos que Hergé solo dibujaba los personajes y los fondos su pandilla de ayudantes ¿A quién de ellos se puede achacar ese estado de ánimo?
Y otra cosa, ¿porque Tintín se quita el polvo del suéter y Milú sigue tan blanquito? Tal vez era el pensamiento de Hergé de que era más importante lo secundario que la obligación...
Mmmmh, cuánto dan de sí dos viñetas vistas desde el punto de vista filosófico/psicológico/Tontinológico...
:bien:
Me imagino que ya te habrás encargado el número especial de la revista de filosofía que sale hoy a la venta en Francia... :mrgreen: :mrgreen: :mrgreen:

Salud,
Miguel

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Re: Las Joyas de la Castafiore

Post by almarture » 30 Jul 2010, 16:41

Ayer lo leí de nuevo con este nuevo enfoque y hay una gran cantidad de referencias a los personajes de la serie y la última viñeta, con el loro diciendo "Se acabó, mil rayos", ¿parece concluyente?
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Scardanelli
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Re: Las Joyas de la Castafiore

Post by Scardanelli » 31 Jul 2010, 00:10

A ver Miguel, ya puedes ir pasando datos y enlaces jajaja! Maldito sea por eso mi analfabetismo franchuti :triste: Pero algo se entiende, algo se entiende jejeje.

En lo del loro no había caido Almarture. Bien visto. De todos modos, tampoco querría condicionar excesivamente la lectura de nadie. Es cierto que, todos los indicios que hemos indicado, analizados en solitario pueden parecer pillados por los pelos. Pero agrupados creo que son bastante convincentes.

Si tuviera que quedarme con uno, sin duda sería el asesinato de la línea clara por Tornasol, con todos los personajes presentes. Me parece muy concluyente.
La vida sin música sería un error

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Re: Las Joyas de la Castafiore

Post by Miguel » 31 Jul 2010, 10:01

Tontin wrote:A ver Miguel, ya puedes ir pasando datos y enlaces jajaja! Maldito sea por eso mi analfabetismo franchuti :triste: Pero algo se entiende, algo se entiende jejeje.

En lo del loro no había caido Almarture. Bien visto. De todos modos, tampoco querría condicionar excesivamente la lectura de nadie. Es cierto que, todos los indicios que hemos indicado, analizados en solitario pueden parecer pillados por los pelos. Pero agrupados creo que son bastante convincentes.

Si tuviera que quedarme con uno, sin duda sería el asesinato de la línea clara por Tornasol, con todos los personajes presentes. Me parece muy concluyente.
Número especial de la revista Philosophie Magazine.
Autores como Michel Serres, Clément Rosset, Jean-Marie Apostolidès, Serge Tisseron, algún cripto-tintinologo (Pierre Michon) o ensayista (Pascal Bruckner) hablan de la Moral, la Política, la Razón, la Risa o el Arte…

http://www.leblogtvnews.com/article-un- ... 02666.html

9 euretes y te haces con al revista...en Francia. Si lo ,prefieres esperas hasta el dia 5 y la puedes comprar en Bélgica por 7 € (pero recuerda que el correo en Bélgica es muuuuuuucho más caro que en Francia)

Yo ya espero mi ejemplar :mrgreen:

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Re: Las Joyas de la Castafiore

Post by Xifort » 31 Jul 2010, 10:47

Las Joyas de la Castafiore ews uno de los álbums más complejos y susceptibles de interpretación.

Por otra parte, a ver si puedo agenciarme con un ejemplar de esa revista...
Es mi opinión, y yo la comparto

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Re: Las Joyas de la Castafiore

Post by Scardanelli » 31 Jul 2010, 11:56

Es en tapa dura, cartoné, como un BD de Tintín. Genial, acabo de hacerme con uno. Ya estoy deseando que llegué.

Muchas grácias Miguel, fantástica información. Me hace muchisima ilusión esto :babas: :babas: :babas:

Un saludo!
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Re: Las Joyas de la Castafiore

Post by almarture » 31 Jul 2010, 12:07

Qué suerte los que sabeis francés.
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Re: Las Joyas de la Castafiore

Post by Xifort » 01 Aug 2010, 15:58

almarture wrote:Qué suerte los que sabeis francés.
Pues tampoco es tan difícil :mrgreen:
Puedes empezar con un álbum de Tintín en francés y compararlo con otro en castellano.
Y además en la red hay cursos gratuitos y diccionarios que no están mal.

¡Va, hombre! ¡Ánimo! :asentir:
Es mi opinión, y yo la comparto

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Re: Las Joyas de la Castafiore

Post by almarture » 01 Aug 2010, 18:05

Gracias por los ánimos. A ver si cuando termine de opositar saco tiempo libre. La verdad es que los Chronologie los he leído y se entienden bastante bien, pero meterme un texto de filosofía ya son palabras mayores, por eso estas publicaciones y los libros en francés ni los compro.
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Re: Las Joyas de la Castafiore

Post by castafioro » 29 Oct 2010, 15:44

Parece que este hilo estaba ya de capa caída...
Sólo decir que las "joyas de la.." es mi álbum preferido. Coincido con Tontín.

Para mí, la obra maestra de Hergé (aunque algunos digan que es "el asunto Tornasol").
Nos plantea una aventura completa, en la que ocurren multitud de cosas, cuando realmente no pasa nada del otro mundo. Maestría absoluta.
;)

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Re: Las Joyas de la Castafiore

Post by bergamotte » 30 Jun 2011, 15:19

Las joyas de la CAstafiore cumple 50 años. En mi blog lo celebro con un artículo, aquí tenéis el vínculo:
http://miscomicsymas.blogspot.com/2011/ ... joyas.html

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Re: Las Joyas de la Castafiore

Post by Paulus » 30 Sep 2011, 21:17

Profesor Bergamotte: su artículo en el blog es delicioso, muy convincente y lleno de detalles que entusiasman y hacen sonreír.
Una lectura que recomendaría a todo el mundo (que a nadie le dé pereza hacer clic en el enlace del blog, merece la pena)
Ya que estoy escribiendo mis opiniones sobre los álbumes, uno a uno, y por tu artículo me entero del aniversario... pues manos a la obra, mi próximo post será aquí, sobre Joyas (como siempre, nada del otro mundo, pero ... es mi opinión, y yo la comparto) :mrgreen:

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Re: Las Joyas de la Castafiore

Post by mirphiss » 30 Sep 2011, 21:27

Estuvo muy bien la exposición... y a ver si Antonio Resines se anima y escribe algo por aquí.

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Paulus
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Re: Las Joyas de la Castafiore

Post by Paulus » 01 Oct 2011, 18:28

(cómo se nota que en finde hay más tiempo para el foro! tintín_ aquí van mis impresiones sobre Joyas)
¡Qué difícil es escribir sobre Las joyas de la Castafiore! Es una obra tan rica y original, que al destacar unos aspectos por fuerza se oscurecen otros, y por ello, como pasa con todas las obras maestras (en cualquier arte), nada puede dar idea de cómo es en realidad, salvo la experiencia insustituible de sumergirse en ella. Recuerdo muy bien la primera vez que leí Joyas: tendría yo unos once años, la luz clarísima y alegre de un bello sol de mayo (precisamente) caía sobre mi cuerpo tendido en la cama, y me disponía a iniciar una nueva y prometedora aventura de Tintín y sus amigos. El Capitán tenía razón, nada como llenarse los pulmones con el aire sano de un paseo campestre en mitad de mayo; nunca pareció más agradable ese bosquecillo de Moulinsart, ni más verde y acogedor el parque del castillo.
La historia comienza un 16 de mayo (esto lo sabremos enseguida), y según mis cálculos (las elipsis del álbum son bastante precisas) se termina un 24 o 25 de junio. Asistiremos, pues, a unas pocas semanas, pero no unas pocas semanas cualesquiera, en la vida cotidiana de nuestros amigos de Moulinsart. La historia comienza y termina (esto ya lo señaló Sadoul) bajo el signo de la urraca, que en un rasgo de genio preside discretamente la primera viñeta, sin que nadie acierte de pronto a comprender que en verdad se trata de la clave del enigma. Mayo en Moulinsart aún es algo fresco, y por eso cuando el Capitán sale de paseo se lleva la chaqueta, y Tintín, que le acompaña, una cazadora (como de aviador) que no le habíamos visto antes. Hergé pone a prueba nuestros prejuicios y nuestra buena voluntad introduciéndonos enseguida en uno de los temas de su relato: la vida nómada y alternativa de los gitanos, esos grandes desconocidos. Visceral, el Capitán acaba de asustar a una gitanilla que se había extraviado en el bosque, pero Tintín y él la acompañan con los suyos, y allí se enfrentan a los recelos de un joven poco amigo de los “payos” y a las profecías (bastante acertadas, como es habitual en Hergé, ese amigo de lo “paranormal”) de una anciana adivinadora. Los detalles de ambientación, los carromatos, el vestuario, los tipos humanos del poblado gitano me parecen muy bien conseguidos, y de muy buen gusto. La hombría de bien del Capitán le lleva a invitar a los gitanos a un prado que forma parte de la propiedad del castillo: la policía sólo les había dejado acampar en el vertedero de la localidad, pero la generosidad del Capitán, de la que Tintín se siente muy orgulloso, será pronto incomprendida (por la policía local, por Néstor, por los Hernández y Fernández). ¿Cómo acusar – por cierto – de racismo a Hergé? Creo que en esta aventura (o anti-aventura) su posición está clara, y además parece sincera.
Cuando nuestros amigos regresan al castillo, se nos introduce el gran hilo conductor cómico (o tragicómico) del relato: el pedazo de escalón roto, un peligro curiosamente selectivo, que por lo pronto sirve convenientemente al travieso narrador para inmovilizar al Capitán cuando se disponía a partir de viaje para escapar de la inminente visita de la Castafiore. Despiste magistral con la lectura primeramente incompleta de la carta en que la gran dama anuncia su llegada. Nos habría gustado acompañar al Capitán a Italia, pero se trata de un falso arranque de aventura: el esguince, después de tantas peripecias vividas por medio mundo, como suele suceder, surge donde menos se lo espera. En la misma página (la 8), el pobre Capitán ve reducida drásticamente su libertad por una lesión inmovilizante y por la intrusión de la Castafiore (que se toma muchas confianzas al invitarse por las buenas) y su trouppe. Comienza la locura. Podemos ir anotando: los modelitos a medio camino entre la elegancia chic y el kitsch autocaricaturesco de la gran diva; las delirantes versiones del nombre de Haddock; las interferencias en todos los procesos de comunicación del parlanchín e irritante Coco (otro loro de mal agüero, como los del Congo, la Oreja, e tutti quanti). Durante esta aventura conoceremos mejor al “ruiseñor milanés”: las limitaciones de su cultura (no muy ducha en muebles antiguos, ni en reyes de Francia, p. 11, ni buena oradora, p. 32), practica con agrado los primeros auxilios – preferentemente en la persona del Capitán, su víctima propiciatoria (pp. 10 y 24), se sirve de las célebres joyas como símbolo parlante y elemento de afirmación personal (¿por qué si no las lleva consigo cuando recibe a los chicos de la TV, si no fuera para que le “den suerte” de cara a la inminente actuación?, pp. 31 y 39; ¿alguna vez habrá usado la famosa esmeralda para algo más que para admirarla antes de entrar en el baño?, p. 44), pero luego en el día a día prefiere lucir bisutería, aunque de una prestigiosa firma, eso sí (p. 25); de humor variable, es capaz de recriminar al Capitán por dejar entrar en su casa a cualquiera sin invitación (gracias a eso está ella allí, p. 42), de creerse distraída (p. 52) y al mismo tiempo ser la única que se salva del peldaño traicionero (p. 41), de declararse harta de entrevistas (p. 11) para acto seguido concederle una a un medio de su gusto (p. 19). Todo un personaje. Se diría que Hergé ha disfrutado desarrollándolo, y que no necesitaba las peticiones populares de los lectores que le sugerían para ella un lugar más destacado en su obra. Dedicarle una historia a la Castafiore es un acierto rotundo, y permite repasar las otras apariciones del “ruiseñor” en las aventuras de Tintín bajo una luz distinta. Un jugo delicioso, en su punto, bien exprimido.
Los motivos de la comedia se entremezclan con un ritmo muy bien encadenado: las visitas de Latón, a quien ya era hora de que alguien pensara alguna vez en dar con la puerta en las narices, las excusas del perezoso marmolista (siempre demasiado ocupado para pasarse por el castillo a cumplir el encargo, pero dispuesto a hacerlo como miembro de una banda musical de aficionados), las ocupaciones botánicas de Tornasol, galante piropeador de damas y grandes pintoras, los estragos de la prensa, la torpeza de nuestros queridos detectives, y todo ello aderezado, en una medida muy justa y cuidada, con una intriga – o falsa intriga – que se insinúa (los intrusos en el parque del castillo, los pasos en el desván y bajo la ventana de la Castafiore), se desata (el “audaz robo” durante el apagón, la huida del misterioso fotógrafo a quien nadie conocía), se rectifica (la falsa alarma precedida de tantos indicios razonables), se vuelve a insinuar por otro camino (con la desaparición de las tijeritas doradas de la pobre Irma) y se redefine en términos más modestos, más concretos (no todas las joyas desaparecen, sólo la más famosa de ellas). Hergé siembra pistas falsas, dosifica el relato, nos da sobre la marcha un curso de prestidigitación a velocidad real, dejando al descubierto primeramente los mecanismos de la creación de sospecha cuando se revela que no condujeron a una amenaza real (los intrusos eran simples paparazzi de Tempo di Roma, el robo nunca existió, los Hernández y Fernández se hacen portavoces de la irritación o decepción que pudieran sentir los lectores por haber sido engañados). Pero, al fin y al cabo, pensamos, pensé yo la primera vez que leí el álbum, una aventura de Tintín no se dibuja “porque sí”, o “para nada”: en ella siempre “pasa algo”, y “los malos” tienen que estar por alguna parte, preparando sus astucias. Pues no. Esta vez, no. Prende la intriga la segunda vez, con la desaparición de la esmeralda: “el lector convencional” se arrellana en su asiento, visiblemente satisfecho, sorprendido por la cantidad de páginas transcurridas hasta que “empieza el tomate” pero dispuesto a disfrutar de lo que parece el arranque, un poco retrasado, de “la verdadera aventura”. Para Hernández y Fernández, portavoces de un sector del público lector, la sospecha debe recaer inmediatamente sobre los gitanos, y Hergé tiene la genialidad de hacer que justo en ese momento éstos hayan abandonado el campamento y se hayan hecho al camino de nuevo. Las sospechas de Tintín, menos tópicas, recaerán un momento sobre el sufrido pianista, pero también esa parece una pista falsa (por lo demás, nuestra experiencia con el ingeniero Wolff nos enseñó a desconfiar de un jugador, presa fácil de turbios manejos e intereses ocultos…, pero no, esta vez se trata verdaderamente de una pista falsa, Igor Wagner es inocente). Una larga y penosa investigación se resume en una emisión de TV, deliciosamente coloreada, con paleta surrealista, por el ingenioso Tornasol (ni que decir tiene, que esta secuencia televisiva es mucho más hábil y entretenida que aquella otra que sirve de epílogo a Vuelo). Finalmente, la Castafiore se va, la rutina regresa a Moulinsart, y por una rara “experiencia ajá” (insight, llaman a esto en inglés), las piezas del puzzle encajan como por encanto en la cabeza de nuestro héroe, que toma la iniciativa y recupera la esmeralda. Final feliz. Recuerdo que de niño me divirtió bastante este álbum, y me sentí muy a gusto, pero al terminar no pude evitar pasar la vista por las portadas en miniatura de la sobrecubierta y me dije: “¡qué raro es esto de Tintín! ¡unas veces se salva un reino, otras se conquista la luna… y ahora no ha pasado nada!” ¿Me sentí burlado? No. Simplemente, muy sorprendido. Acepté la libertad del creador, del autor. Y creí que Joyas era sólo un descanso, un divertimento, una obra menor. Mis preferencias se orientaron hacia otros álbumes, allí donde había “verdaderas aventuras”, donde “pasaban cosas”. Y poco tiempo después, cuando leí mis primeras cosillas de tintinólogos, me sorprendió mucho que se considerara Joyas como la cima del arte de Hergé. A veces se matizaba: junto con Tíbet. ¡Qué raro! ¿No sería mejor escoger, digamos, Asunto, o Stock? Pasó el tiempo: llegaron la adolescencia, la primera juventud, la segunda juventud…, comoquiera que se llame lo que vino después…, y con otras lecturas, cierta experiencia como espectador de cine y de las artes…, acabé de comprenderlo. Poner a punto una comedia tan buena es muy, muy difícil (e ingrato: se tiende a admirar más una tragedia mediocre que una excelente comedia); la variedad y el entrelazo de los motivos, la dosificación del ritmo narrativo, el sentido de sutil reflexión sobre el propio arte, la cualidad “meta-artística” o “meta-poética” de este álbum permite releerlo a muchos niveles, a la luz de enfoques muy diversos. La nostalgia de los gitanos en la noche, la sucesión implacable de las escalas (las escalas musicales, la escalinata con su peldaño y la escalera oculta tras los arbustos), el tour para tintinianos por los rincones del castillo… Es una belleza, es una locura, es un logro endiablado. Y el dibujo, muy clásico y contenido (a pesar de que se insinúan ya en él primeros planos y arrugas de expresión que anuncian posteriores derroteros “postclásicos” del arte de Hergé), los colores, sedantes, de muy buen gusto, el lenguaje exquisito y divertidísimo. ¿Quién da más? O, por preguntarlo de otra manera: ¿se nos han olvidado ya los tiempos en los que un cómic, un sencillo cómic, podía ser tanto, hacer tanto por sus lectores?

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Re: Las Joyas de la Castafiore

Post by mirphiss » 01 Oct 2011, 21:24

Magnífico análisis, Paulus.

Tanto Tíbet como Joyas son las cimas de la serie, ya no se puede subir más alto. Suele ocurrir con todo tipo de creadores que alcanzan el máximo nivel expresivo y, a partir de ahí, ya es cuesta abajo (Muy digna, por otra parte).

La idea de base de Joyas es sublime: que todo transcurra en Moulinsart con la visita de la Castafiore. Aunque yo creo que hay un antecedente de ésta aventura, o una versión primitiva. Me refiero a "El Tesoro de Rackham el Rojo" donde también tenemos una no-aventura donde no hay malos (Pájaro se ha escapado pero nunca aparece), los personajes se encuentran recluidos en un entorno cerrado (Barco, isla) y se produce la irrupción de un nuevo personaje que revoluciona a todos y que exaspera al Capitán: Tornasol.

Los intentos frustrados de buscar el tesoro son paralelos a las veces en que parece que se roban las joyas y, al final, se encuentran en el lugar más insospechado.

Yo creo que ambos álbumes guardan esa relación de jugar con el lector y con los propios personajes, pero más evolucionado y llevado hasta las últimas consecuencias en Joyas.

Son dos historias que sería difícil llevarlos tal cual al cine, ya que el público espera una gran aventura exótica de Tintin. Desde luego Spielberg ha tenido que cambiar el final en la película para que haya más acción y un malo oficial. Para experimentos narrativos en entornos cerrados ya hizo "La Terminal" que parecía la idea de Hergé para "Un día en un aeropuerto".

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