Juego de Aventuras de Tintín

[Chester]

ABUELITO DIME TÚ, QUÉ SONIDOS SON LOS QUE OIGO YO…

- Mil millones de rayos vaya cancioncita me puso ese energúmeno de Latón como sintonía del móvil que me regaló al suscribir la póliza. – Bramó el capitán Haddock.

- Sí diga… No, no señora no es la carnicería Sanzot. ¡Pero como pueden equivocarse hasta llamándome al móvil! Menudos suavos.

ABUELITO DIME TÚ, QUÉ SONIDOS SON LOS QUE OIGO YO…

- ¡¡¡¡SEÑORAAAAAAA!!!! LE DIGO QUE no es… Ah Chester, amigo lo siento pero es que la gente… ¿Cómo? ¿Entonces lo viste? Conque eso te dijo eh... No, no, por supuesto que no. Si ese grumetillo de tres al cuarto piensa por un instante que puede dejarnos al margen está muy equivocado. Voy para ya enseguida, si, si, hasta pronto amigo… Hasta pronto

[zafiret]

La maleta estaba preparada sobre la cama y a su lado sólo quedaba abierto un pequeño neceser de viaje, de los que no se facturan y se llevan como equipaje de mano.
Tintín tenía en la mano un revólver. Se aseguró de que tuviera balas y se dispuso a meterlo dentro del neceser. En ese mismo instante escuchó una melodía procedente del armario ropero y reaccionó instintivamente.

¡ABUELITO DIME TÚ, QUE SONIDOS SON LOS QUE OIGO YO!...

De un rápido salto se agazapó tras la cama mientras disparaba repetidamente a la puerta del armario. Tras unos segundos, en los que sólo se oía la dichosa cancioncita sonando repetidamente, oyó la caída de un peso muerto al suelo. Se asomó con prudencia, lo suficiente como para ver una gorra de marino tirada en el suelo sobre un charco de sangre y un teléfono móvil de última generación con melodías polifónicas, del que procedía la irritante musiquita. Su rostro no mostró ninguna señal de lástima ni de arrepentimiento ante lo que vió.

[Chester]

¡Crack! – sonó la puerta de la habitación al caer tras Tintín.

- Grumetillo, estás bien, que alegría - dijo Haddock mientras avanzaba hacia el muchacho.

- Al escuchar los disparos nos asustamos y derribamos la puerta – comentó el capitán Chester penetrando en la habitación junto a su compañero.

- Yo también me alegro de verlos amigos.

Los tres hombres se quedaron mirando al tiroteado cuerpo que aun yacía dentro del armario.

¡ABUELITO DIME TÚ, QUE SONIDOS SON LOS QUE OIGO YO…!

¡Vaya! –exclamó Chester- No sabía que Allan también fuese cliente de Latón.

[zafiret]

Tintín cogió el teléfono móvil de Allan Thomson y vió que la llamada se estaba haciendo desde un número oculto. Tomó aire y contestó:

-Allan Thomson al habla...

-¿Has cazado al ratón?

-Eeeeh... ¡sí!, el ratón ya no volverá a molestar.

-¡¿Cómo?! ¡Quien es usted! Dígame la contraseña...

-¡¿Que quién soy yo?! Dígale a su jefe que el ratón ha acabado con el gato de presa... y que él va a ser el siguiente...

La comunicación se cortó y Tintín tuvo que contenerse para no estampar el teléfono contra la pared.

-Hay que investigar este teléfono, sacar toda la información posible.

-Grumete, aquí tienes una fuente de información todavía más fiable... Allan está vivo, el balazo del costado no parece grave y el de la cabeza es un rasguño sin importancia. Toda esta sangre es de una bala que le ha alcanzado en una pierna... Este viejo pirata de agua dulce es un tipo afortunado...

-Rápido, hay que llamar a una ambulancia para que lo trasladen...

-¡¡¡¡¡Manos arriba!!!!! Somos policías... no se muevan.

-Yo aún diría más... No se muevan que somos DOS policías... ¡¡¡¡¡Arriba esas manos!!!!!

[almarture]

Hernández y Fernández mantenían sus bastones apuntando a los sorprendidos Haddock, Chester y Tintin, que no reprimió una cierta sonrisa de complacencia, mientras Milú mantenía a Allan bajo estrecha vigilancia.

- Debemos llevar a Allan a un médico - dijo Tintin, en el fondo se sentía culpable por disparar sin saber a qué, esto era culpa del extraordinario calor y de la tensión por el recuerdo de Martina. Además, pensaba que podría aclararle algo de sus sospechas, de que el profesor Tornasol estaba bajo el efecto de las pastillas y estaba actuándo sin conciencia, primero con la muerte de su amada y ahora alterando el tiempo.

- Creo que la consulta del Dr. Rótula está cerca de aquí - afirmó Haddock, haciendo una señal a Chester para que le ayudara a levantarlo. - ¡Por mil millones de truenos! Si no está muerto pesa como si lo estuviera. ¿Qué es eso que le brilla en el bolsillo?

[zafiret]

Haddock metió la mano en el bolsillo y sacó un tubo metálico alargado, sin etiquetas ni nombre alguno. Se lo dió a Tintín, quien lo abrió y vació su contenido en la palma de su mano.

-Lo que sospechaba, son las pastillas que debería haberme tomado yo pero terminó tomándose mi esposa... Me las recetó el profesor Tornasol para el dolor de espalda, pero Martina las cogió pensando que era un analgésico y las tomó para calmar sus dolores de cabeza...

-Mira esto, Tintín.

El capitán Chester le dio un sobre que había encontrado en otro bolsillo de la chaqueta de Allan. Una rápida ojeada le sirvió para comprender que pretendían acabar con él. Como firma estaba el símbolo del faraón Kih-Oskh y el matasellos era de Borduria.

-Acabaré con esto de una vez.

-No... podrás li... brarte... La vengan... za será e... e... jecutada...

Tintín dejó sin conocimiento a Allan con un certero y contundente derechazo, ante las miradas atónitas de los presentes.

-Ya no le necesito, ya sé todo lo que quería...

[almarture]

De repente, Tintín sintió un fuerte golpe en la espalda y cayó tendido en el suelo, sin sentido.

- Lo siento, grumetillo, pero creo que este calor no te deja pensar con claridad - dijo Haddock, apoyando sobre la cama la maleta con la que había golpeado a su amigo. Recogió del suelo el bote de pastillas y el sobre.

- ¡Miren, se está quedando sin cara! - gritó Hernández.

Todos miraron atónitos al cadaver de Allan. ¡Era cierto! Bajo aquel rostro de rudo marinero se adivinaban ya los ragos de un personaje al que no conocían. Milú no paraba de ladrar y seguía haciendo un calor espantoso.

- Debemos trasladarnos al castillo, allí al menos hay sitio suficiente para todos - dijo Haddock.

- El cuerpo no se debe mover, además, tenemos un culpable al que detener - dijo Fernández, señalando al cuerpo de Tintín.

- Yo aún diría más, hay que detener el cadáver y y el culpable no se debe mover - le secundó Hernández, señalando al desconocido muerto.

- Vamos señores, ambos han sido testigos, estaba en peligro... - dijo Chester.

- ¿Donde está su arma, entonces? - preguntó Fernández.

Todos se miraron con sorpresa, ¿sería esta una conspiración para incriminar a Tintín? Parecía que tenía sentido y todo giraba en torno al aumento de temperatura y al comportamiento inusual del profesor Tornasol. Debían ir a verle de inmediato. Quizás así podrían explicar porqué había un cabeza de turco enviado para incriminar a Tintín en un asesinato, con pistas falsas hacia la organización de Kih-Oskh.

Cuando movieron el cuerpo nadie se apercibió todavía del tatuaje que había aparecido en el cuello del extraño: un abejorro.