Asterix, metáfora de la resistencia

¿Aparte de los cómics de Tintín te gustan otros? Este es el lugar adecuado para hablar de ello.

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Augusto
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Asterix, metáfora de la resistencia

Post by Augusto » 04 Jul 2008, 02:19

La revista "Sudestada" de Buenos Aires acaba de publicar como nota de tapa del número de julio de 2008: Asterix, metáfora de la resistencia.

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En el sitio de la revista se puede leer la versión incompleta:

http://www.revistasudestada.com.ar


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Asterix, metáfora de la resistencia

Por: Martín Azcurra


“Estamos en el año 50 antes de Cristo. Toda la Galia está ocupada por los romanos... ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste todavía al invasor...”. Así comenzaba la aventura en cada entrega de Asterix, el cómic europeo más leído en nuestro país. Opinan dibujantes argentinos, escribe Pablo De Santis y, desde España, Manuel Velasco aporta un recorte histórico de la derrota de Vercingetorix.


El tipo tenía bigotes amarillos, apenas un metro veinte de estatura, un casco con alitas y una cantimplora con poción mágica. Aún así, era la pesadilla del César y sus legiones.

La historia comienza tras la conquista del ejército romano sobre tierras galas, y la aldea de Asterix (un pueblo de ficción cuyo nombre nunca conocemos) es el último bastión de resistencia: una afrenta minúscula, pero sobre todo simbólica, al magnánimo poder imperial. Como Atila, Cayo Julio César dejaba tierra arrasada a su paso, al menos hasta toparse con el pueblo del bravío jefe Abraracurcix, cuyo único temor era que el cielo cayese sobre su cabeza. Una inadmisible bofetada al orgullo de Roma: un puñado de galos liderados por un anciano druida y un guerrero diminuto se burlaba de la civilización más avanzada de Europa.

Cuando René Goscinny esbozó las primeras ideas de lo que luego se convertiría en “Asterix el galo”, en 1959; la historieta buscaba un nuevo camino y el mundo se empezaba a dibujar con tinta roja. Iluminados por las viñetas, los superhéroes norteamericanos se imponían a fuerza de poderes sobrenaturales y por su lugar de salvadores individuales de las buenas costumbres. Pero en el mapa real, es posible que el joven guionista francés haya absorbido algo del clima de época; aquel matizado por la aparición de héroes colectivos, líderes de masas y batallas desiguales (vale recordar: una islita contra otro imperio, casi al mismo tiempo, se asomaba a la Historia). Goscinny nació en Francia, pero se crió en Argentina, donde devoró durante su infancia la historieta de estas tierras en la edad de oro del género. También se relacionó con el estilo de los historietistas del país del norte y más tarde, de regreso a su país natal, comenzó a hurgar en la cultura francesa. Iba tras una combinación explosiva. Pero la magia demoró en brotar, al menos hasta que conoció a Albert Uderzo, el dibujante, quien supo interpretar el particular humor de su compañero y graficó de manera impecable cada idea expresada en el guión. Había nacido un entrañable personaje.

El relato

En la tapa del álbum, está de nuevo el tipo con bigotes amarillos, pero esta vez se ríe mientras abofetea a unos soldados romanos con cara de sorpresa, y también de humillación. Disfruta el tipo con bigotes amarillos de su faena, mientras detrás, al trotecito, se acerca un gordo simpático que lleva una piedra enorme en su espalda. ¿Una historieta para adultos que consumen, con ojos fascinados, los más chicos? ¿Un relato anclado en la historia europea que llama la atención del otro lado del océano? ¿Qué pasa con este cómic que siembra en los chicos más conocimientos sobre Historia antigua que toda la escuela primaria junta? ¿De dónde viene ese hipnótico elixir de aventura que nos lleva a citar sin errores, décadas más tarde, nombres inconcebibles pero entrañables como Edadepiedrix, Asuranceturix y Ordenalfabetix? ¿Quién puede negar que las primeras nociones de latín se las debemos al malhumorado César en la saga y a sus clásicos “Alea jacta est” o “Vini, vidi, vinci”? Los personajes hacen su aparición en nuestra memoria, y los lectores nos sentimos, de algún modo, partícipes de la gesta. Todos queremos ver a los romanos ridiculizados. Queremos ver a Julio César enfurecido, a los gritos y con la cara violeta. Queremos ver a Roma ofendida, retrocediendo ante las risas de un guerrero diminuto. Creemos en este tipo de heroísmo, nos identifica. Y disfrutamos cada victoria como si fuéramos chicos. Algo respira en aquella historia que nos parece propia, un elemento inasible dibuja un perfil bien criollo cuando de rebelarse ante la opresión se trata, cuando de resistir al invasor y defender lo nuestro se lee. Los chicos que fuimos devoran aquellas páginas. ¿Es que acaso la historieta no apela siempre al niño que fuimos; no nos empuja con su máquina de globos y viñetas a un viaje interior, más ingenuo y lúdico?

Dejemos de lado las recientes experiencias fílmicas con la saga que flaco favor le hacen a todo lo construido por los autores desde hace casi medio siglo. Es en la historieta, en el relato gráfico con toda la fuerza del género, donde radica el secreto de Asterix.

Después de varias experiencias previas con cómics sin demasiado suceso (Dick Dicks, Oumpah-pah, Jehan Pistolet, entre otros), Goscinny encontró la fórmula ideal, incorporando los mejores elementos del género a una historia épica-cómica de armado artesanal, con datos históricos concretos y una mirada aventurera que no deja a nadie en tierra. ¿Quién puede osar aburrirse con Asterix? El picante de esta receta es el humor, una mezcla de ironía francesa condimentada con la eficacia del gag norteamericano. La historia está plagada de guiños, detalles inolvidables en arquitectura, vestuario, armamento; referencias a la actualidad, personajes contradictorios que escapan del chiste fácil para imponer un humor pleno de inteligencia y complicidad con el lector. Otro elemento clave: el lector cómplice.

El retrato de los pueblos “bárbaros” en contraposición con el estilo de vida romano genera un desfile de personajes tan queribles como inverosímiles. Así, la brutalidad de los vikingos, la mala suerte de los piratas, la parsimonia de los bretones (aún en mitad de la batalla), la placidez de los helvecios, la ferocidad de los temerarios normandos (que se descascara cuando descubren el miedo), la soberbia de los germanos, entre otros tantos retratos culturales, chocan con la personalidad ampulosa y decadente de los romanos. Porque, en definitiva, también aprendimos con Asterix que todos los caminos conducen a Roma: la vida imperial en las villas, los intereses mezquinos y superficiales de sus ciudadanos, la torpeza y cobardía de sus soldados, la ambición de sus funcionarios, entre otros atributos “civilizados”, son presentados aquí como el contraste absurdo de la “barbarie”. Incluso los lutecianos (parisinos) muestran la peor cara de las grandes urbes (basta repasar “El regalo del César”) como un reflejo de la modernidad y el desarrollo. Sin embargo, en la historieta hay un personaje clave que se asoma de forma paradojal: el gran enemigo, Julio César, es presentado como un verdadero líder, pero también como un pobre hombre devorado por los nervios y la ineptitud de los suyos; que padece a los galos y, a la vez, los respeta; que tiene pesadillas con un pueblito que lo convierte en el hazmerreír de Roma.

Retrato de un héroe

Goscinny vivió en Argentina hasta los 19 años y, seguramente, pasaron por sus manos todas las historietas de moda, incluido el clásico nacional Patoruzú, creado por Dante Quinterno. Por esta razón, muchos observadores del cómic apuntan, sin demasiado análisis, un parecido notable entre héroe el galo y el indio patagónico. Sin embargo, si comparamos las dos sagas con un mínimo de atención, las diferencias sobran por los cuatro costados tanto en la historia, como en el estilo, los personajes, el dibujo y el humor. Y, fundamentalmente, en la riqueza de algo llamado trama...

(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº70 - Julio 2008)

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Post by Chester » 07 Jul 2008, 12:09

A estas alturas creo que la mayoría de los usuarios ya saben que me gustan mucho los cómics de Astérix, así que aprovechando el título de este hilo, no me puedo resistir a mostrar aquí dos artículos que me bajé de la red ya hace mucho tiempo. Se trata de dos puntos de vista opuestos, (yo me quedo con el segundo).

No quiero ser como 'Asterix'

Jesús Vega
Director de recursos humanos de Inditex.

Y eso que era mi ídolo de niño… Vamos a ver: ¿No quedamos en que era un combatiente por la libertad e independencia de su pueblo? ¿Que era, junto a sus amigos galos de la aldea, un infatigable defensor de sus valores únicos en contra de las imposiciones de la tiránica cultura romana? ¿Acaso no era, junto a su amigo Obelix, el máximo valedor de las peculiaridades propias de su pequeña aldea? Sí, sí. Pero...

Asterix es el principal personaje de un comic creado por los geniales Gosciny y Uderzo que relataba, con grandes dosis de humor e inteligencia, la resistencia de una pequeña aldea de galos a las ambiciones conquistadoras del Imperio Romano en la época de Julio César. Asterix y sus amigos resultaban invencibles gracias al efecto de una "pócima mágica" suministrada por un druida, una especie de Mago Merlín.

Me acordé de Asterix en la enésima cena de Navidad en la que compartí mantel con colegas de recursos humanos. En ella se volvió a escuchar el comentario quejoso de un colega acerca de lo poco escuchados que somos los profesionales de este sector por parte de la dirección de nuestras empresas. Este comentario fue, naturalmente, seguido por otros tan familiares como: "No nos entienden", "no valoran nuestra función", "no se piensa en las personas", "se margina nuestro trabajo y se anteponen siempre los números"…
Al día siguiente, preocupado por la común preocupación, decidí buscar la fórmula de la pócima mágica, aquella que hacía invencibles a los acosados galos. Ésta nos convertiría, a los bienintencionados profesionales de los recursos humanos, en directivos valorados por nuestros directores, consejeros delegados y presidentes. A falta de druida, consulté revistas y periódicos profesionales, páginas de Internet, busqué cursos, pregunté a consultores y llamé a colegas.

La buena voluntad de los especialistas me ofrecía elementos diversos para componer la pócima mágica, el pasaporte hacia el deseado respeto del negocio: gestión por competencias, liderazgo resonante, inteligencia emocional, broadbanding…
De repente, me di cuenta. Lenguaje por y para especialistas. Profesionales de recursos humanos que fundamentalmente hablan con otros profesionales de recursos humanos. Que asisten a las mismas reuniones, foros, cursos, sesiones de benchmarking. Endogamia profesional. Los galos parapetados detrás de la empalizada de su aldea, resistiendo la invasión de… ¡la mayor fuerza civilizadora y modernizadora que seguramente ha existido en la historia de la Humanidad! ¡Los romanos!

No. No quiero ser Asterix. Quiero abrirme al lenguaje del negocio. Quiero entender sus necesidades para así ayudar a resolverlas. Quiero asistir a sus comidas de negocios, asistir a sus foros, quiero sentirme tan responsable como ellos del cumplimiento de sus objetivos. Y así, cuando les haya abierto mi aldea para beneficiarnos mutuamente de nuestra condición de socios, una vez romanizado y sin dejar de ser galo, compartiré con ellos nuestras pócimas mágicas. Y quizá sea cuando, realmente, merezcamos el reconocimiento que deseamos.




Quiero ser como Astérix

Jefes absolutistas, profesionales que son madres y no se atreven a pedir la reducción de jornada, objetivos inalcanzables... ¿dónde está Astérix?

Antonio Ángel Pérez Ballester
Socio director de Influye.

Leí con interés el ingenioso artículo de Jesús Vega, No quiero ser como Astérix y no me resisto a dejar pasar la oportunidad de comentarlo, usando el mismo símil. La imagen que describe del gestor de personas es la de una persona algo plañidera e incomprendida, aunque con buena voluntad. Todos conocemos casos de llorones, personas ancladas en una situación de victimismo permanente que les lleva a la inacción y que suelen manifestar estas quejas en foros corporativistas, pero nunca ante quien deben hacerlo. Estamos de acuerdo.

Pero esto no invalida lo segundo. Es cierto que existe un abuso por parte de altos ejecutivos, de continuas referencias a lo importantes que son las personas en la empresa. Nunca hemos tenido tantas recomendaciones de buen gobierno, tantos códigos de conducta y modelos de empresas sostenibles, y tanta preocupación por las personas, por su conciliación personal y laboral y por su integración en el proyecto común.

Pero las preocupaciones no cristalizan en ocupaciones y así, observamos que en las empresas que adoptan esos códigos o que gozan de buena reputación, no se toleran las discrepancias; se consiente el acoso y la humillación por parte de jefes absolutistas e incompetentes; las profesionales que han sido madres no se atreven a solicitar su derecho a reducir jornada porque está mal visto; se exigen jornadas agotadoras, se fijan objetivos inalcanzables y los consejos de administración desoyen las recomendaciones y concentran el poder ejecutivo en una misma persona....Y yo me pregunto, ¿dónde está Astérix, con los romanos? ¿Y Obelix, romanizándose?

Para ser valorados, no necesitamos la fórmula de la pócima mágica. Ya existe, y todos los que nos consideramos galos, la conocemos: conseguir ambientes libres de acoso; impulsar la igualdad de oportunidades y la conciliación familia-trabajo; apoyar y estimular la creatividad, la participación y el talento en la empresa; vivir los valores definidos por la organización y demandar que se cumplan; velar porque se ejerzan los derechos de las personas que trabajan con nosotros; gestionar óptimamente las plantillas; influir en nuestros directivos y enseñarlos a dirigir...

Pocos trabajos tienen tanto contenido como el nuestro. Siempre me he sentido comprometido con mis objetivos. Aunque la verdad es a menudo demasiado sencilla para ser creída (F. Lewald). Nada que ver con ese lenguaje de especialistas en el que muchos se han refugiado, preocupados de que se les tache de humanistas o sensibles, vistiendo su trabajo de anglicismos que nadie entiende, cuando nuestro cometido es muy sencillo: contribuir a que las personas que trabajan en nuestra organización se sientan a gusto, aporten su talento, se queden y hagan suyos los objetivos de su empresa. Todo ello siendo leales, pero desde nuestra independencia, y diciéndoles a veces lo que no quieren oír. Quizá seamos los únicos de los que se espera esa independencia.

Todos conocemos grandes organizaciones que nos recuerdan al Imperio Romano: no permiten galos ni aldeas. Prefieren la sumisión al talento. No olvidemos que la civilización romana se impuso por la fuerza de las armas; se trataba de una colonización. Aunque luego nos civilizaran de acuerdo con sus cánones. Yo prefiero no ser romanizado. Quiero conocer la realidad de mi empresa, sus puestos, las condiciones de trabajo, las situaciones de las personas, y sobre todo, escucharlos, comprenderlos y desarrollarlos.

Tratar mucho con los romanos me obligaría a asistir a sus foros, preocuparme por lo que ellos se preocupan y hablar como ellos. Y llegados a este punto, me preguntaría y me preguntarían: ¿Qué hace un galo como tú en un anfiteatro como éste? Y ¿quién haría mi trabajo? ¿Los generales, los gobernadores, el César? Descuidaría la aldea y a sus habitantes. Nos conocemos todos, comemos buenos jabalíes, brindamos a la luz de la luna y cuando nos cansamos atamos a Asegurancéturix al árbol para que no siga tocando el arpa. Así cuando les abra mi aldea, me respetarán, compartiremos valores, pero no me conquistarán, ni seré colonizado. Y continuaré siendo galo.

Puede ser que en el fondo, quiera ser romano; o no esté muy convencido de seguir siendo galo, en cuyo caso dejaré de serlo y terminaré con este imposible equilibrio dejando que me romanicen un pelín para seguir bebiendo la pócima y compartiéndola con mis nuevos socios.


Hasta pronto
¡Fidji…! ¡Fidji…! ¡Fidji…! ¡Buldú, buldú, buldú! ¡Aya, aya, ayayaaa!

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Post by Rastapopoulos » 07 Jul 2008, 12:54

Muy interesantes los dos, aunque yo también me quedo con el segundo, para mi es mejor compartir valores que dejarse dominar por otra gente con valores distintos.

Saludos.
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golopu
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Post by golopu » 20 Aug 2008, 10:45

Dijo en cierta ocasión un político portugués, que si España decidía algún día conquistar Portugal, no tenía más que declararle la guerra y luego dejarse vencer. ¡Que clarividencia!. Se trata de dos sociedades similares y vecinas, que comparten valores y cultura, y que como forma de gobierno eligen la democracia. Pero los españoles somos mucho más numerosos que los portugueses, por lo que a la larga, la sociedad resultante tendría un gobierno que en su mayoría sería de ascendencia española. Los usos y costumbres (muy similares), y el idioma español (también parecido al portugués) se impondrían sin duda alguna.

Esto que puede parecer pueril, es una verdad absoluta. A lo largo de la historia se ha visto en innumerables ocasiones. Las sociedades humanas, llegado un punto de desarrollo social y personal, pierden en primer lugar la combatividad o agresividad. La civilización y la cultura nos hacen pacifistas, y rechazamos toda forma de violencia. Amamos demasiado nuestra forma de vida "civilizada" para arriesgarla en un enfrentamiento armado. Los mejores combatientes son aquellos que tienen poco que perder. Y esto es lo que ha hecho caer a lo largo de la historia a imperios y civilizaciones. Sus vecinos, más pobres y combativos, no tardan en invadirlos y saquearlos. Pero la cultura que prevalece es normalmente la más desarrollada.


Yo también soy amante de las "Aventuras de Asterix el Galo", pero reconozco que no deja de ser fruto del famoso chauvinismo francés.
Si hubiera existido una aldea gala como la descrita, la potente influencia civilizadora de los romanos que rodean dicha aldea, no habría sido contenida con ninguna poción mágica. En poco tiempo los galos de esa aldea habrían ido adoptando costumbres y utensilios de origen romano, que les facilitarían la vida cotidiana y que contribuirían a hacersela más agradable. Así fue de hecho, y la Galia entera formó parte del Imperio Romano.

En el caso que nos ocupa, tengo que decir que un departamento de Recursos Humanos, no deja de ser una herramienta al servicio de la empresa. Su función no es otra que la de optimizar esos recursos (humanos) para así obtener los máximos beneficios con el mínimo coste.
Pero como los recursos que gestiona ese departamento son personas, el tratamiento de los mismos requiere unas técnicas especificas, que aunen los criterios empresariales, (optimización del trabajo para la consecución de objetivos) con los sociales, pues para que toda la maquinaria funcione, es necesario que los trabajadores se sientan valorados y bien tratados.

Así pués, del trabajo del departamento de recursos humanos de una empresa, se obtiene un planteamiento más social de la gestión de la empresa, que redunda en una mayor productividad y rentabilidad de la misma. Si esto no se consigue, habrá fracasado en su gestión el responsable de Personal.
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Post by Chester » 24 Aug 2008, 23:23

Lo que ocurre amigo Golopu es que la “civilización” no se puede imponer por la fuerza. Todos los pueblos se resisten a una ocupación militar.

Alejandro, Julio César y Napoleón encontraron resistencia en sus deseos expansionistas, los indios americanos se opusieron al hombre blanco, aborígenes canarios se resistieron a los españoles y los musulmanes encontraron sus aldeas de Astérix en Asturias y Cantabria a pesar de ocupar el resto de la Península Ibérica durante 800 años.

“La aldea de los locos”, se resistirá ahora y siempre al invasor. Con poción o sin poción la historia lo demuestra.

Hasta pronto
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Post by Chester » 30 Sep 2008, 10:53

Puede que Astérix se resista a la hegemonía de Roma, pero… ¿podrán resistirse sus fans a la hegemonía de su editorial? Todo lo malo se pega.

Aquí dejo la noticia:

Los derechos de los irreductibles galos
La editorial de Astérix y Obélix amenaza con demandar a ocho locales de Euskadi y Navarra por utilizar sus nombres
29/09/2008

Cinco establecimientos de Euskadi y tres de Navarra que llevan los nombres de Astérix u Obélix han recibido este verano un sorpresivo burofax de la editorial francesa Les Editions Albert René. La titular de los derechos de propiedad industrial e intelectual del popular cómic protagonizado por los imbatibles guerreros galos les concedían un plazo de diez días para que cambiaran de nombre y retiraran cualquier referencia a estos personajes de sus locales, anuncios publicitarios y guías telefónicas. De no hacerlo, la firma amenazaba con solicitar ante los tribunales una compensación económica por valerse del prestigio de sus marcas para promocionarse y vulnerar los derechos de autor. La mayoría ha decidido evitarse problemas y rebautizar sus negocios.
"Es más fácil recordar el bar Obélix que otro llamado Pepe Sánchez"
Un centenar de comercios han sido advertidos en toda España
El celo por preservar la imagen de los héroes de tebeo ha llegado de la Galia después de que la Fundación Moulinsart, poseedora de los derechos de Tintín, vetara recientemente la reedición de un relato sobre este personaje escrito por el catedrático de la Universidad del País Vasco Antonio Altarriba. La mercantil no toleró que el casto reportero se viera envuelto en una aventura con escenas de sexo explícito.
Entre los establecimientos que han sido requeridos a modificar su nombre se cuentan cuatro bares y restaurantes, una tienda de golosinas, una librería, un kiosco y un hostal. En toda España, esta compañía ha solicitado a un centenar de comercios el cambio de nombre. Hasta la fecha, tres de estos locales han sido denunciados ante los tribunales -ninguno de ellos de Euskadi y Navarra-, con el resultado de un restaurante de Valencia condenado al pago del 1% de su cifra de negocio durante el periodo en el que funcionó con el nombre tomado prestado.
La misiva remitida a las tiendas y bares vascos por la editorial francesa les advierte de que tienen en su contra una amplia normativa legal. Entre otras disposiciones, se dice amparada por la legislación nacional y comunitaria sobre marcas, la Ley 3/1991 de Competencia Desleal y la Ley de Propiedad Intelectual.
En conversación telefónica, Fabricio Miazzetto, uno de los abogados de la editorial Les Editions Albert René, precisa que la empresa no busca ganar dinero con estas acciones, sino preservar su imagen. Utilizar estos nombres con fines comerciales atenta, según Miazzeto, contra el derecho de la editorial a ser representada en exclusiva por su marca. Si, además, el establecimiento mantiene expuestas las imágenes de los personajes creados por el dibujante Albert Uderzo, puede incurrir en una doble infracción, porque vulnera también derechos de autor. "Al final, es más fácil recordar a un bar Obélix que un bar llamado, por ejemplo, Pepe Sánchez", señala este letrado con despacho en Alicante.
Miazzeto cree que el prestigio que estos héroes ostentan en todo el mundo puede quedar afectado si estos establecimientos se ven envueltos en hechos desgraciados, como la intoxicación alimenticia sufrida por un niño en un restaurante Obélix de Francia. En cualquier caso, espera que con los dos avisos que han remitido a cada local sus dueños se avengan de forma voluntaria a llegar a un acuerdo.
Entre los dueños de los establecimientos vascos advertidos reina un sentimiento de enfado y la impresión de que plantar cara a la editorial sería una batalla muy desigual. Merche Abasolo regenta la librería llamada ahora Terix en barrio donostiarra de Ondarreta y no oculta su disgusto por haber tenido que retirar el nombre de Astérix que tuvo la librería durante dos décadas. "Si se tratara de unos grandes almacenes, todavía, pero el establecimiento tiene apenas veinte metros cuadrados...", aduce. En Santurtzi, Encarni González, la dueña de la tienda de golosinas llamada ahora Chuches, decidió cumplir el imperativo de la editorial tras consultarlo con su asesor: "Me dijo que, de seguir con Astérix, me metería en una pelea en la que no iba a poder ganar". Encarni se pregunta si para eludir nuevas amenazas judiciales también tendrá que retirar de su escaparate las figuras decorativas del ratón Mickey y de otros muñecos de la factoría Disney.
Sin embargo, especialistas en comunicación y derechos de autor apoyan la postura de la editorial francesa. Coinciden en recordar que ni Astérix ni Obélix existían antes de que fueran ideados por Uberzo y el ya fallecido guionista René Goscinny. Joseba Lopezortega, experto en creación audivisual, considera que la editorial gala ha obrado de forma "lógica y proporcionada", como dueña de la "propiedad privada" que representa su marca y, en consecuencia, con la capacidad exclusiva de autorizar o no su uso. El profesor de Periodismo de la UPV, Javier Díaz Noci, recuerda que la protección de la explotación comercial de cualquier obra amparada por las leyes de propiedad intelectual se extiende hasta setenta años después del fallecimiento de su autor, pero el derecho sobre una marca determinada se mantiene aun después de ese tiempo.
Por su parte, Fernando Tarancón, representante de la editorial de cómic Astiberri, argumenta que a nadie sorprendería que un creador novel se querellara contra una gran cadena comercial por la utilización indebida de su obra.


Hasta pronto
¡Fidji…! ¡Fidji…! ¡Fidji…! ¡Buldú, buldú, buldú! ¡Aya, aya, ayayaaa!

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