EL ASUNTO "SMOKESCREEN"
Posted: 16 Mar 2019, 10:30
CAPITULO DIECISIETE
Martina Vandezande llegó al puerto de Marsella. Llevaba en la mano la media página que había arrancado de su agenda con unos números anotados. Pasó directamente a la zona de los tinglados y los recorrió uno a uno. Finalmente se detuvo.
-… diez, once, doce y… tinglado número trece. Aquí es. A ver… 136-057-012… Fila 57, columna 12…
Eran enormes, diez veces más grandes que los del puerto de Amberes. Pero sabía perfectamente adónde tenía que dirigirse. Recorrió los pasillos que formaban los propios contenedores, contando cada fila y cada columna. Al final llegó al sitio indicado.
-¡Este es! Contenedor 136.
Los contenedores metálicos estaban apilados en tres alturas. Por suerte, el número 136 estaba en el nivel inferior, a ras de suelo. Estaba cerrado con un candado de seguridad pero al tratarse de un contenedor propiedad de la Galería Fourcart le habían dado la llave maestra. Lo abrió y entró. Estaba lleno de cajas de madera. Abrió una y encontró esculturas Arte-Alfa de Ramo Nash. Abrió otra y encontró unos cuadros modernistas para la próxima exposición de la galería. De repente guardó silencio. Se escuchaban golpes lejanos y le pareció oír una voz apagada. Fue acercándose una a una al resto de cajas. Al fondo había una bastante más estrecha que el resto. Indudablemente, los golpes provenían de allí. En el suelo había una palanquilla. La cogió e hizo saltar la tapa de la caja. Escuchaba gritos de socorro. Dentro había una especie de ataúd. Estaba envuelto con una cadena cerrada con un candado. Con la misma palanquilla hizo saltar el candado y el cierre del ataúd. La puerta se abrió de golpe y por fin pudo incorporarse. Estaba sudado, agotado. Cogió aire con fuerza y respiró hondo. Martina lo abrazó para que no cayera de nuevo.
-Tranquilo, ya está a salvo.
-¿Quién… es… usted?
-Me llamo Martina Vandezande. Y usted, ¿cómo se llama?
Comenzó a toser repetidamente.
-Tin…tín, me… llamo Tintín.
Intentó levantarse pero las fuerzas no le respondían. Estaba muy pálido y aunque no presentaba una delgadez exagerada sí que tenía todos los músculos flácidos.
-Yo… No puedo…
-Quédese aquí, debo avisar al teniente Bellier.
-¡No se… vaya! Por favor… sáqueme de… aquí.
Le ayudó a salir del ataúd tumbándolo hacia un lado. Todavía no sentía las piernas y Martina Vandezande le dejó acostado boca arriba sobre la tapa de madera de la caja. Buscó con la mirada y vio una pila de mantas en un rincón. Cogió un par de ellas y le puso una bajo la cabeza y le echó otra por encima.
-Volveré en cinco minutos, debo avisar para que vengan a buscarnos.
Se fue corriendo entre los contenedores y volvió a los pocos minutos. Llevaba una botella de agua. Cuando llegó hasta Tintín lo encontró tiritando. Se mojó la parte inferior de su jersey y le humedeció los labios. Estaba deshidratado. Cogió un par de mantas más y se las puso por encima. Se acostó a su lado y le cogió la mano. Seguía tiritando, pero notar a alguien a su lado hizo que comenzara a relajarse. A los pocos minutos había dejado de temblar.
-Me ha… salvado… la vida, Martina. Gra… gracias.
-No hay de qué. Cuando Bellier me dio esos números sin sentido no comprendí lo que significaban. Pero cuando recordé el contenedor en Amberes… ¡me vino todo a la cabeza!
-¿Qué día… es hoy?
-Veinte de marzo.
-Veinte de… marzo… El último re… recuerdo que tengo fue del… tres de marzo… Hablé con Hernández y… y…
Cerró los ojos unos segundos. Martina creía que se iba a desmayar.
-No deje de hablar, dígame algo… Habló con Hernández y…
-… y Fernández… para que acudiera a… Bruselas… A partir de ahí todo está… confuso… ¿Y Milú?
-¿Milú? ¿Quién es Milú? ¿Su mujer? ¿Su novia?...
-Mi perrito…
-Ah, su perrito. No sé nada.
-Milú…
Dejo caer la cabeza hacia un lado y una lágrima resbaló por su mejilla. A lo lejos comenzó a oírse una sirena.
-Ya vienen a por nosotros, el teniente Bellier ha llamado a una ambulancia para que le lleve al hospital.
-Me cuesta res… pi… rar… Se me… nubla la… vis…
Tintín perdió el conocimiento. Martina tenía los ojos llorosos, aquel joven se estaba yendo sin que ella pudiera hacer nada para impedirlo. Entonces escuchó cómo la ambulancia entraba en el tinglado número 13. Salió corriendo a recibirles y les indicó el camino más rápido para llegar hasta Tintín. Cuatro enfermeros le siguieron corriendo con una camilla, pasando con dificultad entre los pasillos de contenedores. Llegaron hasta él. Apenas tenía fuerzas para respirar. Martina Vandezande no pudo ni siquiera acercarse, se quedó a diez metros de distancia observando desde allí, llorando sin consuelo. Se quitó las gafas y se secó las lágrimas.
-Rápido, oxígeno.
-Subámoslo a la camilla. Uno, dos… ¡tres!
-Un collarín. Pónganle una vía, necesita suero…
-Tiene el pulso muy débil…
-Venga, aguanta…
-Lo perdemos… Hay que llevarlo al vehículo, necesitamos el electro shock. Rápido.
Empezaron a correr con la camilla, pasaron junto a Martina Vandezande y se perdieron entre los contenedores. Los gritos desesperados de los enfermeros retumbaban en todo el tinglado. Martina apoyó la espalda en un contenedor y se dejó resbalar lentamente hasta quedar sentada en el suelo con la cabeza entre las rodillas.
Minutos después llegó el teniente Bellier. Escuchó cómo la llamaba y se incorporó para responder.
-¡Señorita Vandezande! ¡¡Martina!!
-¡Estoy aquí!
Bellier llegó corriendo y se encontró con el panorama. El ataúd dentro del cajón de madera volcado en el suelo, las mantas tiradas, la tapa del cajón también en el suelo…
Se acercó al lugar en el que estaba Martina Vandezande y le ayudó a levantarse. Estaba temblando. Recogió una manta del suelo, se la echó por los hombros y se dirigieron hacia la salida del tinglado. De repente, Martina se detuvo en seco. Recordó algo que había ignorado en un principio, algo que vio cuando abrió la caja de madera.
-Un momento…
Se quitó la manta de encima y volvió corriendo sobre sus pasos, seguida por el teniente. Se acercó al lugar en el que instantes antes había estado acostado Tintín, se arrodilló, quitó la manta de encima y le dio la vuelta a la tapa de madera.
-Teniente… Venga, mire esto…
Martina Vandezande llegó al puerto de Marsella. Llevaba en la mano la media página que había arrancado de su agenda con unos números anotados. Pasó directamente a la zona de los tinglados y los recorrió uno a uno. Finalmente se detuvo.
-… diez, once, doce y… tinglado número trece. Aquí es. A ver… 136-057-012… Fila 57, columna 12…
Eran enormes, diez veces más grandes que los del puerto de Amberes. Pero sabía perfectamente adónde tenía que dirigirse. Recorrió los pasillos que formaban los propios contenedores, contando cada fila y cada columna. Al final llegó al sitio indicado.
-¡Este es! Contenedor 136.
Los contenedores metálicos estaban apilados en tres alturas. Por suerte, el número 136 estaba en el nivel inferior, a ras de suelo. Estaba cerrado con un candado de seguridad pero al tratarse de un contenedor propiedad de la Galería Fourcart le habían dado la llave maestra. Lo abrió y entró. Estaba lleno de cajas de madera. Abrió una y encontró esculturas Arte-Alfa de Ramo Nash. Abrió otra y encontró unos cuadros modernistas para la próxima exposición de la galería. De repente guardó silencio. Se escuchaban golpes lejanos y le pareció oír una voz apagada. Fue acercándose una a una al resto de cajas. Al fondo había una bastante más estrecha que el resto. Indudablemente, los golpes provenían de allí. En el suelo había una palanquilla. La cogió e hizo saltar la tapa de la caja. Escuchaba gritos de socorro. Dentro había una especie de ataúd. Estaba envuelto con una cadena cerrada con un candado. Con la misma palanquilla hizo saltar el candado y el cierre del ataúd. La puerta se abrió de golpe y por fin pudo incorporarse. Estaba sudado, agotado. Cogió aire con fuerza y respiró hondo. Martina lo abrazó para que no cayera de nuevo.
-Tranquilo, ya está a salvo.
-¿Quién… es… usted?
-Me llamo Martina Vandezande. Y usted, ¿cómo se llama?
Comenzó a toser repetidamente.
-Tin…tín, me… llamo Tintín.
Intentó levantarse pero las fuerzas no le respondían. Estaba muy pálido y aunque no presentaba una delgadez exagerada sí que tenía todos los músculos flácidos.
-Yo… No puedo…
-Quédese aquí, debo avisar al teniente Bellier.
-¡No se… vaya! Por favor… sáqueme de… aquí.
Le ayudó a salir del ataúd tumbándolo hacia un lado. Todavía no sentía las piernas y Martina Vandezande le dejó acostado boca arriba sobre la tapa de madera de la caja. Buscó con la mirada y vio una pila de mantas en un rincón. Cogió un par de ellas y le puso una bajo la cabeza y le echó otra por encima.
-Volveré en cinco minutos, debo avisar para que vengan a buscarnos.
Se fue corriendo entre los contenedores y volvió a los pocos minutos. Llevaba una botella de agua. Cuando llegó hasta Tintín lo encontró tiritando. Se mojó la parte inferior de su jersey y le humedeció los labios. Estaba deshidratado. Cogió un par de mantas más y se las puso por encima. Se acostó a su lado y le cogió la mano. Seguía tiritando, pero notar a alguien a su lado hizo que comenzara a relajarse. A los pocos minutos había dejado de temblar.
-Me ha… salvado… la vida, Martina. Gra… gracias.
-No hay de qué. Cuando Bellier me dio esos números sin sentido no comprendí lo que significaban. Pero cuando recordé el contenedor en Amberes… ¡me vino todo a la cabeza!
-¿Qué día… es hoy?
-Veinte de marzo.
-Veinte de… marzo… El último re… recuerdo que tengo fue del… tres de marzo… Hablé con Hernández y… y…
Cerró los ojos unos segundos. Martina creía que se iba a desmayar.
-No deje de hablar, dígame algo… Habló con Hernández y…
-… y Fernández… para que acudiera a… Bruselas… A partir de ahí todo está… confuso… ¿Y Milú?
-¿Milú? ¿Quién es Milú? ¿Su mujer? ¿Su novia?...
-Mi perrito…
-Ah, su perrito. No sé nada.
-Milú…
Dejo caer la cabeza hacia un lado y una lágrima resbaló por su mejilla. A lo lejos comenzó a oírse una sirena.
-Ya vienen a por nosotros, el teniente Bellier ha llamado a una ambulancia para que le lleve al hospital.
-Me cuesta res… pi… rar… Se me… nubla la… vis…
Tintín perdió el conocimiento. Martina tenía los ojos llorosos, aquel joven se estaba yendo sin que ella pudiera hacer nada para impedirlo. Entonces escuchó cómo la ambulancia entraba en el tinglado número 13. Salió corriendo a recibirles y les indicó el camino más rápido para llegar hasta Tintín. Cuatro enfermeros le siguieron corriendo con una camilla, pasando con dificultad entre los pasillos de contenedores. Llegaron hasta él. Apenas tenía fuerzas para respirar. Martina Vandezande no pudo ni siquiera acercarse, se quedó a diez metros de distancia observando desde allí, llorando sin consuelo. Se quitó las gafas y se secó las lágrimas.
-Rápido, oxígeno.
-Subámoslo a la camilla. Uno, dos… ¡tres!
-Un collarín. Pónganle una vía, necesita suero…
-Tiene el pulso muy débil…
-Venga, aguanta…
-Lo perdemos… Hay que llevarlo al vehículo, necesitamos el electro shock. Rápido.
Empezaron a correr con la camilla, pasaron junto a Martina Vandezande y se perdieron entre los contenedores. Los gritos desesperados de los enfermeros retumbaban en todo el tinglado. Martina apoyó la espalda en un contenedor y se dejó resbalar lentamente hasta quedar sentada en el suelo con la cabeza entre las rodillas.
Minutos después llegó el teniente Bellier. Escuchó cómo la llamaba y se incorporó para responder.
-¡Señorita Vandezande! ¡¡Martina!!
-¡Estoy aquí!
Bellier llegó corriendo y se encontró con el panorama. El ataúd dentro del cajón de madera volcado en el suelo, las mantas tiradas, la tapa del cajón también en el suelo…
Se acercó al lugar en el que estaba Martina Vandezande y le ayudó a levantarse. Estaba temblando. Recogió una manta del suelo, se la echó por los hombros y se dirigieron hacia la salida del tinglado. De repente, Martina se detuvo en seco. Recordó algo que había ignorado en un principio, algo que vio cuando abrió la caja de madera.
-Un momento…
Se quitó la manta de encima y volvió corriendo sobre sus pasos, seguida por el teniente. Se acercó al lugar en el que instantes antes había estado acostado Tintín, se arrodilló, quitó la manta de encima y le dio la vuelta a la tapa de madera.
-Teniente… Venga, mire esto…