Adiós, Hergé.
Posted: 22 Mar 2009, 22:16
Hola.
He encontrado esto buscando por la web. Me ha emocionado y he creído que estaría bien colgarlo para todos.
"Los periodistas se agolpaban en la puerta del hospital, esperando la oportunidad de pasar al interior y poder sacar partido a tan espectacular noticia. Habría una veintena, entre plumillas y fotógrafos. Pero el joven de la gabardina beige pudo burlar la vigilancia y pasó al interior como si fuese un fantasma. Desde dentro, a través de la cristalera, vio a dos fotógrafos discutiendo con el vigilante de la puerta principal, muy acalorados: no se resignaban a perder su tajada. «Una foto solamente, por favor», oyó decir a uno de ellos, antes de perderlos de vista. El joven también era reportero, pero no venía por motivos profesionales. Era su padre el que moría en una habitación de aquel inmenso hospital. Deseaba verlo por primera y última vez, compartir, acaso, sus últimos minutos de vida. Había dejado a su perro encerrado en el coche, y lo imaginaba aullando a la muerte; pero debía actuar con discreción. Así, con sumo pesar, subió hasta la planta indicada y entró en la habitación sin que nadie reparara en él. La pieza estaba vacía, con la excepción del enfermo moribundo que ocupaba la única cama. Se sentó en la silla más próxima y se quedó mirándolo como el que ve la estampa de una flor marchita. Sintió la humedad llegar a sus ojos. Era la primera vez que se presentaba ante él para mirarlo cara a cara, directamente, y, oh cruel destino, intuyó que no podría ni abrir los párpados.
El joven se acordó de tantas y tan agradables aventuras vividas a lo largo del mundo, por tierra, mar y aire, de tantas amistades ganadas, e incluso de su enorme popularidad, y todo se lo debía a ese hombre generoso que yacía esperando la hora final, el que lo engendró. Se secó las lágrimas y lo miró más de cerca, temiendo que entrara una enfermera y lo invitara a salir con malas palabras y ceño fruncido. Al aproximar los labios a su arrugada frente, sintió la respiración estertórea, la proximidad de la cruel y oscura sombra de la guadaña. Besó su piel sin esperar reacción. En ese instante entró un médico acompañado de dos enfermeros. Rodearon al enfermo sin fijarse en el joven, que se apartó prudencialmente hasta una esquina. Desde el lugar, oyó susurros de desconsuelo, términos médicos que no entendió bien, pero supo que era el final. Las máquinas habían dado la alarma de que aquel organismo acababa su ciclo vital; un artista que moría sin remisión; tantas inolvidables aventuras gráficas que se quedaban sin continuidad.
El joven de la gabardina se acercó por última vez y vio los abiertos ojos de su padre, quizá en un postrero intento de comunicación final; pero no miró a ninguno de los tres hombres que lo atendían. Lo miraba a él, a su cabeza aovada, a su flequillo rebelde. Con su tembloroso y arrugado índice diestro lo señaló, sonriente. El doctor se volvió pero no vio a nadie tras él. El joven devolvió la sonrisa a su padre y marchó hacia la puerta de salida. Antes de que expirara, justo cuando franqueaba el umbral de la puerta, le oyó susurrar: «Adiós, querido Tintín»".
Un saludo. :bien:
He encontrado esto buscando por la web. Me ha emocionado y he creído que estaría bien colgarlo para todos.
"Los periodistas se agolpaban en la puerta del hospital, esperando la oportunidad de pasar al interior y poder sacar partido a tan espectacular noticia. Habría una veintena, entre plumillas y fotógrafos. Pero el joven de la gabardina beige pudo burlar la vigilancia y pasó al interior como si fuese un fantasma. Desde dentro, a través de la cristalera, vio a dos fotógrafos discutiendo con el vigilante de la puerta principal, muy acalorados: no se resignaban a perder su tajada. «Una foto solamente, por favor», oyó decir a uno de ellos, antes de perderlos de vista. El joven también era reportero, pero no venía por motivos profesionales. Era su padre el que moría en una habitación de aquel inmenso hospital. Deseaba verlo por primera y última vez, compartir, acaso, sus últimos minutos de vida. Había dejado a su perro encerrado en el coche, y lo imaginaba aullando a la muerte; pero debía actuar con discreción. Así, con sumo pesar, subió hasta la planta indicada y entró en la habitación sin que nadie reparara en él. La pieza estaba vacía, con la excepción del enfermo moribundo que ocupaba la única cama. Se sentó en la silla más próxima y se quedó mirándolo como el que ve la estampa de una flor marchita. Sintió la humedad llegar a sus ojos. Era la primera vez que se presentaba ante él para mirarlo cara a cara, directamente, y, oh cruel destino, intuyó que no podría ni abrir los párpados.
El joven se acordó de tantas y tan agradables aventuras vividas a lo largo del mundo, por tierra, mar y aire, de tantas amistades ganadas, e incluso de su enorme popularidad, y todo se lo debía a ese hombre generoso que yacía esperando la hora final, el que lo engendró. Se secó las lágrimas y lo miró más de cerca, temiendo que entrara una enfermera y lo invitara a salir con malas palabras y ceño fruncido. Al aproximar los labios a su arrugada frente, sintió la respiración estertórea, la proximidad de la cruel y oscura sombra de la guadaña. Besó su piel sin esperar reacción. En ese instante entró un médico acompañado de dos enfermeros. Rodearon al enfermo sin fijarse en el joven, que se apartó prudencialmente hasta una esquina. Desde el lugar, oyó susurros de desconsuelo, términos médicos que no entendió bien, pero supo que era el final. Las máquinas habían dado la alarma de que aquel organismo acababa su ciclo vital; un artista que moría sin remisión; tantas inolvidables aventuras gráficas que se quedaban sin continuidad.
El joven de la gabardina se acercó por última vez y vio los abiertos ojos de su padre, quizá en un postrero intento de comunicación final; pero no miró a ninguno de los tres hombres que lo atendían. Lo miraba a él, a su cabeza aovada, a su flequillo rebelde. Con su tembloroso y arrugado índice diestro lo señaló, sonriente. El doctor se volvió pero no vio a nadie tras él. El joven devolvió la sonrisa a su padre y marchó hacia la puerta de salida. Antes de que expirara, justo cuando franqueaba el umbral de la puerta, le oyó susurrar: «Adiós, querido Tintín»".
Un saludo. :bien: